Desapercibidos

Desapercibidos


 La burbuja incolora, frágil y etérea, que contiene el concepto de nuestra existencia, nos envuelve en un embrujo. Se adora la uniformidad, el decoro, la adaptación y la sensatez. La tradición como emblema, el orden como norma y lo predecible como acción. Se extiende el pensamiento de normalidad como naturaleza indivisible de lo humano, dotándole de una perfección que roza lo divino. 

 Sin embargo, las entrañas de nuestros cuerpos son más terrenales que celestiales. Cuando te atreves a salir del flujo que nos arrastra y que no te deja tiempo para preguntas, te asalta la realidad. Aprecias las líneas sutiles que sostienen las aristas, lo floral que disfraza lo nauseabundo, lo níveo que ilumina la oscuridad y la caridad que oculta las bajas pasiones.
 
 Nos incomoda la diferencia y la contenemos a través de una piel que nos aprieta y asfixia. Culpamos lo irreverente y cazamos lo onírico. Recluimos todo atisbo de pensamiento alternativo, satanizándolo mientras colgamos el cartel de locura. 

Dicen que el calor altera incluso a los no trastornados. Puede que el viento lo extienda y contagie la atmósfera. Quizá las costuras se desgarren y la vida se haga paso. Quizá estalle y se rompa el delirio. Es posible que haya música al otro lado.

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